Crítica a “Poor Things”: entre lo grotesco y lo hermoso, un cuento para adultos

Cuando se habla de Poor Things, es difícil no recurrir a palabras como “excéntrica”, “provocadora” o “única”. La película de Yorgos Lanthimos, protagonizada por una deslumbrante Emma Stone, es un experimento narrativo y visual que navega entre lo grotesco y lo sublime, entre el humor absurdo y la crítica social afilada. Basada en la novela de Alasdair Gray, Poor Things no es simplemente una historia; es una experiencia sensorial y emocional que desafía convenciones y redefine lo que puede ser un cuento para adultos.

El renacimiento de Bella Baxter

La historia gira en torno a Bella Baxter (Emma Stone), una mujer que literalmente vuelve a la vida gracias a un excéntrico científico, el Dr. Godwin Baxter (Willem Dafoe). Bella no es una creación al estilo Frankenstein: es algo aún más provocador, una mujer con el cerebro de un feto, cuya evolución intelectual y emocional ocurre frente a nuestros ojos. Este concepto, inquietante y audaz, permite explorar la libertad femenina, el despertar sexual, la identidad y la autonomía desde un ángulo absolutamente inusual.

Stone encarna este personaje con una valentía actoral arrolladora. Su Bella es inocente y feroz, dulce y salvaje, un ser en construcción constante que se deshace de las expectativas ajenas para escribir sus propias reglas. Es, en muchos sentidos, una metáfora del renacimiento como acto de resistencia.

Una fábula feminista, barroca y desbordada

Lanthimos dirige con la audacia que lo caracteriza, pero en Poor Things parece liberarse aún más de cualquier atadura narrativa o estética. El resultado es una obra barroca, saturada de colores, formas, encuadres insólitos y decisiones visuales que convierten cada escena en una pintura viva. El diseño de producción es alucinante, con una estética steampunk que mezcla lo victoriano con lo futurista, lo grotesco con lo infantil.

Pero bajo esa superficie vibrante, se esconde una crítica mordaz a las estructuras patriarcales, a la represión sexual, a la infantilización de la mujer y al control del cuerpo femenino. Bella, al reconstruirse, también reconstruye el mundo que la rodea: desafía las normas, se burla de los dogmas, se entrega al placer sin culpa ni necesidad de explicación.

Emma Stone: una actuación fuera de serie

Es imposible hablar de Poor Things sin detenerse en el trabajo monumental de Emma Stone. Con una entrega física y emocional absoluta, compone a Bella desde la torpeza inicial hasta la inteligencia feroz del final. Su cuerpo cambia, su voz se transforma, su mirada evoluciona. Cada etapa del personaje está cuidadosamente trabajada, sin caer jamás en el ridículo, a pesar de las situaciones extremas que atraviesa.

Stone se consagra como una actriz sin miedo, dispuesta a desarmar cualquier expectativa, y su trabajo aquí no solo es uno de los mejores de su carrera, sino uno de los más arriesgados del cine reciente.

Un elenco a la altura del delirio

A su lado, Willem Dafoe ofrece una actuación tan inquietante como entrañable, en el papel del doctor que “crea” a Bella. Su rostro deformado y su lenguaje académico esconden una ternura inesperada. También destacan Mark Ruffalo, como un libertino patético y manipulador, y Ramy Youssef, como el asistente que observa la evolución de Bella con una mezcla de fascinación y desconcierto.

Cada uno de estos personajes representa una forma de masculinidad que Bella atraviesa, desafía y transforma. Son obstáculos y espejos en su proceso de emancipación.

Grotesco y ternura: una combinación extrañamente poderosa

Lo que hace única a Poor Things es su capacidad para combinar elementos disonantes: puede ser vulgar y poética en la misma escena, hilarante y trágica al mismo tiempo. Hay momentos que rozan el absurdo total, otros de una belleza delicada y conmovedora. Es un equilibrio que pocos directores podrían manejar, pero Lanthimos lo logra con una visión tan clara como salvaje.

El guion, adaptado por Tony McNamara, construye diálogos cargados de ironía, filosofía y ternura, sin perder nunca la voz singular del mundo que habitan los personajes.

Una oda a la libertad radical

Poor Things no es para todos los públicos, ni busca serlo. Es una película incómoda, provocadora y profundamente liberadora. Invita a cuestionar los límites del cuerpo, del género, de la sexualidad, del conocimiento y del amor, todo a través de un prisma de fantasía visual y desborde emocional.

Bella Baxter no busca encajar: quiere vivir, experimentar, equivocarse, aprender, gozar. Su viaje no es el de la heroína tradicional, sino el de una mujer que elige cada paso de su vida con una radicalidad que inspira.

En un cine cada vez más domesticado, Poor Things se levanta como una joya irreverente, imperfecta, desbordante, pero profundamente humana. Y en su caos hermoso y grotesco, encuentra una verdad que pocas películas se atreven a explorar: la libertad como el acto más revolucionario de todos.